El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Tiempos difíciles: ¿la primavera de la esperanza o el invierno de la desesperación?
El gran novelista inglés Charles Dickens comienza su novela ambientada en Londres y París durante el período previo a la Revolución Francesa con las siguientes palabras:
Fue la mejor de las épocas, fue la peor de las épocas, fue la época de la sabiduría, fue la época de la necedad, fue la época de la creencia, fue la época de la incredulidad, fue la época de la luz, fue la época de la oscuridad, fue la primavera de la esperanza, fue el invierno de la desesperación. (Historia de dos ciudades)
¿Alguien duda de que vivimos en tiempos similares? Por una parte, está la perspectiva de se han hecho enormes avances en casi todos los campos del quehacer humano, lo que sugiere que estamos viviendo una “primavera de la Esperanza.” Pero por otro lado, está la perspectiva igualmente válida, de que millones de personas siguen en la pobreza, víctimas de la guerra, la injusticia y un amargo “invierno de la desesperación”. Como cristianos, ¿cuál debe ser nuestra respuesta a los tiempos difíciles que vivimos hoy?
La homilía del Papa Francisco el 13 de noviembre durante la Jornada Mundial de los Pobres, responde así:
Tomemos en serio la clara e inequívoca invitación del Evangelio a no dejarse llevar por el mal camino. No escuchemos a los agoreros; no nos dejemos encantar por las sirenas del populismo, que se aprovechan de las necesidades reales de la gente con soluciones fáciles y precipitadas. No sigamos a los falsos “profetas” que, en nombre del beneficio, proclaman recetas útiles sólo para aumentar la riqueza de unos pocos, mientras condenan a los pobres a los márgenes de la sociedad. En vez de ello, demos testimonio. Encendamos velas de esperanza en medio de la oscuridad. En medio de situaciones dramáticas, aprovechemos las oportunidades para dar testimonio del Evangelio de la alegría y para construir un mundo fraterno, o al menos un poco más fraterno. Comprometámonos valientemente con la justicia, el Estado de Derecho y la paz, y acompañemos siempre a los más débiles. No retrocedamos para protegernos de la historia, sino esforcémonos por dar a este momento histórico que estamos viviendo, , un rostro diferente.
La advertencia del Papa, “No retrocedamos para protegernos de la historia,” habla directamente de nuestro papel en el desarrollo del drama de la esperanza y la desesperación. Si somos pasivos o indiferentes ante los males del mundo, entonces somos culpables del pecado de la indiferencia que, según señaló el Papa Francisco durante el apogeo de la pandemia, es un mal mayor que la COVID-19.
Si somos capaces de superar nuestra indiferencia ante las crisis que afrontamos en materia de salud, pobreza, justicia social, guerras y economía, ¿qué medidas podemos tomar para que nuestro mundo sea “al menos un poco más fraternal”? El Papa Francisco cree que podemos hacer algo bueno incluso cuando nuestra situación de vida no sea ideal. Expresa:
Es una habilidad típicamente cristiana no ser una víctima de todo lo que sucede—el cristiano no es una víctima, y la psicología del victimismo no es buena, es dañina—sino aprovechar la oportunidad que se esconde en todo lo que nos sucede, el bien, por pequeño que sea, que puede surgir incluso de las situaciones negativas. Cada crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento. Toda crisis es una apertura a la presencia de Dios, una apertura a la humanidad. Pero, ¿qué quiere el espíritu del mal que hagamos? Quiere que convirtamos la crisis en conflicto, y el conflicto es siempre cerrado, sin horizonte; un callejón sin salida. No. Vivamos la crisis como personas humanas, como cristianos, no la convirtamos en conflicto, porque toda crisis es una posibilidad y ofrece oportunidades de crecimiento.
El mundo se nutre de los conflictos que reportan cada hora los medios de comunicación y nuestra tendencia humana es categorizar todo como blanco o negro mientras nos refugiamos en campos rojos o azules opuestos. Pero el Santo Padre nos dice que hay una diferencia significativa entre el conflicto, que es un callejón sin salida, y la crisis, que puede presentarnos nuevas posibilidades, oportunidades de crecimiento.
La elección es nuestra. Podemos permanecer indiferentes o podemos aceptar los “tiempos difíciles” que vivimos como momentos de oportunidad llenos de gracia. Desde la perspectiva del Papa Francisco, nuestro curso de acción está claro: “Encendamos velas de esperanza en medio de la oscuridad.”
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †