El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Construir el futuro con migrantes y refugiados
“Pues la ciudad que ahora habitamos no es definitiva, sino que buscamos una para el futuro” (Heb 13:14).
El 25 de septiembre la Iglesia celebró la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Para esta importante ocasión, el Papa Francisco emitió una declaración en la que reflexionaba sobre el tema del año en curso, “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados.”
El Papa afirma que debe ser “un futuro en el que cada persona pueda encontrar su lugar y ser respetada; en el que los migrantes, los refugiados, los desplazados y las víctimas de la trata de seres humanos puedan vivir en paz y con dignidad. Para que el Reino de Dios se realice con ellos, sin exclusión.”
Este año—como en los anteriores—el Santo Padre desea destacar la difícil situación de los hombres, mujeres y niños que se han visto obligados, por diversas circunstancias, a abandonar sus hogares y buscar una nueva patria (temporal o permanente) donde sus familias puedan estar a salvo, y donde puedan crecer a nivel social, económico, cultural y espiritual.
Como lo hace siempre, el Papa Francisco nos insta a ver a estas familias como miembros de la familia de Dios y como nuestros propios hermanos y hermanas. Nos desafía a mirar más allá de las estadísticas para ver los rostros de personas reales que solamente quieren lo que toda familia desea: una vida mejor para ellos y para sus hijos.
“Los migrantes deben ser acogidos, acompañados, apoyados e integrados,” insiste el Santo Padre. Dar la espalda a los miembros de la familia de Dios es rechazar a Jesús, nuestro hermano y el suyo. Negarse a caminar con ellos o apoyarlos, o ayudarlos a integrarse en nuestra sociedad, es cometer el grave pecado de la indiferencia, aquel contra el cual nos advirtió el Señor en su parábola del buen samaritano. En esta famosa historia, es el extranjero quien acoge, apoya y comparte generosamente con el hombre herido que ha sido ignorado por los suyos y abandonado a su suerte.
El Papa Francisco nos recuerda que todos somos emigrantes, todos estamos en camino hacia nuestra patria celestial. “El sentido último de nuestro ‘viaje’ en este mundo—afirma el Papa—es la búsqueda de nuestra verdadera patria, el reino de Dios inaugurado por Jesucristo, que encontrará su plena realización cuando venga en la gloria.” El reino de Dios aún no se ha realizado, pero está a nuestra disposición en la medida en que nos ayudemos unos a otros a buscar y encontrar lo que todos buscamos.
El Evangelio de nuestro Señor Jesucristo nos desafía a ser personas que buscan la justicia y la caridad para todos, y que están decididas a trabajar codo a codo con todas nuestras hermanas y hermanos para construir un futuro lleno de esperanza. En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa Francisco dice:
En la búsqueda cotidiana de su voluntad, ésta debe edificarse con paciencia, sacrificio y determinación, para que todos los que tienen hambre y sed de ella sean saciados (Mt 5:6). La justicia del Reino debe entenderse como la realización del orden divino, de su armonioso designio, según el cual, en Cristo muerto y resucitado, toda la creación vuelve a ser “buena” y la humanidad “muy buena” (Gen 1:1-31). Sin embargo, para que reine esta maravillosa armonía, es necesario acoger la salvación de Cristo, su Evangelio de amor, para que se eliminen las desigualdades y las discriminaciones del mundo presente.
Nadie debe ser excluido. Su proyecto es esencialmente inclusivo y sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales. Entre ellos hay muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata. Es con ellos que Dios quiere edificar su Reino, porque sin ellos no sería el Reino que Dios quiere. La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía.
Estas son palabras poderosas: “La inclusión de las personas más vulnerables es una condición necesaria para obtener la plena ciudadanía.” ¿Pero no es esto precisamente lo que quiso decir Jesús cuando dijo: “Les aseguro que todo lo que hayen hecho en favor del más pequeño de mis hermanos, a mí me lo han hecho” (Mt 25:40)? ¿Cómo podemos convertirnos en ciudadanos de pleno derecho del Reino de Dios si rechazamos, ignoramos o maltratamos al único hijo de Dios en la persona de sus hermanos y hermanas migrantes o refugiados?
El Papa Francisco concluye sus reflexiones con una hermosa oración inspirada en su patrono, san Francisco de Asís: “Señor, haz que aprendamos lo hermoso que es vivir juntos como hermanos y hermanas. Amén.”
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †