El rostro de la misericordia / Daniel Conway
El tiempo de Cuaresma es un momento propicio para la renovación
“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gal 6, 9– 10).
En su mensaje para la Cuaresma de 2022, el Papa Francisco nos recuerda que este es un tiempo de renovación personal y comunitaria. Es una oportunidad para ejercitar las virtudes de la paciencia y la perseverancia que nos prepara para la alegría de la Pascua. Citando la carta de san Pablo a los Gálatas, el Santo Padre habla de la Cuaresma como un momento oportuno(kairós) para “para sembrar el bien con vistas a la cosecha”.
El Santo Padre nos señala que “la Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”. Por eso rezamos, ayunamos y damos limosna durante la Cuaresma, para renovar nuestra mente y nuestro corazón y redescubrir el sentido de la vida al sembrar y repartir el bien.
“No nos cansemos de hacer el bien”, dice san Pablo en su carta a los Gálatas, “porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos” (Gal 6, 9-10).
Durante la Cuaresma, el ayuno y la abstinencia son importantes porque son formas de disciplina espiritual que nos preparan para el anticipo de la alegría que experimentaremos en la Pascua, cuando celebremos la resurrección de Cristo y su decisiva victoria sobre el pecado y la muerte. Al mismo tiempo, “hacer el bien” (la caridad activa hacia el prójimo) también es fundamental para nuestra observancia de la Cuaresma.
La Cuaresma de este año se desarrolla en un tiempo especial de preparación para la reunión del Sínodo mundial de los obispos de 2023 en el Vaticano, cuyo tema es la sinodalidad misma: comunión, participación y misión. El Papa Francisco ha pedido a los católicos de toda la Iglesia universal, en todas las regiones del mundo, que se comprometan con un triple proceso de 1) escuchar la Palabra de Dios y de los demás; 2) encontrarse con Jesús en la oración, la recepción de los sacramentos y el servicio a los demás, especialmente a los más necesitados de nuestra ayuda; y 3) discernir la voluntad de Dios para nuestra Iglesia. La Cuaresma es, en efecto, un tiempo oportuno para practicar la sinodalidad, para escuchar piadosamente, para encontrar a Jesús y para discernir la voluntad de Dios, si sabemos “aprovechar el momento” y dejar que el Espíritu Santo nos guíe y nos empodere con sus siete dones.
“No nos cansemos de hacer el bien” (Gal 6,9), nos advierte san Pablo. Somos propensos al cansancio y al desánimo, y corremos el riesgo de perder la esperanza en la presencia y el poder de Dios.
Como dice el papa Francisco, “frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás”. La Cuaresma puede ser un momento de gracia para nosotros si la utilizamos para “poner nuestra fe y esperanza en el Señor”, y para pedir perdón sistemáticamente en el sacramento de la penitencia.
En nuestra observancia de la Cuaresma de este año, el Papa nos insta a evitar la superficialidad y a buscar encuentros auténticos con nuestro Señor. Nos exhorta a no ser pasivos en nuestra caridad, sino a “ser generosos en el hacer bien a los demás”, y a “buscar —y no evitar— a quien está necesitado” de nuestra ayuda.
“Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos”, nos invita el Sumo Pontífice, “tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados”.
A través de la paciencia y la perseverancia, podemos superar nuestra reticencia e indiferencia y llegar a ser celosos en nuestro compromiso de sembrar y compartir la bondad. Con la guía y el apoyo del Espíritu Santo, y con la ayuda de las oraciones de intercesión de María y de todos los santos, podemos hacer de esta Cuaresma un tiempo bendito y empezar “a saborear la alegría”.
“Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia» reza el Papa Francisco. Y que los dones del Espíritu Santo nos den el valor, la sabiduría y la fortaleza que necesitamos para perseverar en evitar el mal y hacer el bien, durante este tiempo de Cuaresma y siempre.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †