El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Los santos: testimonio de Jesús y nuestro ejemplo
“Jesús nos invita hoy a regresar a las fuentes de la alegría, que son el encuentro con él, la valiente decisión de arriesgarnos a seguirlo, el placer de dejar algo para abrazar su camino.” (Papa Francisco durante la homilía de canonización de siete beatos, 14 de octubre de 2018)
Desde que se convirtió en pastor de la Iglesia universal en 2013, el papa Francisco ha hecho énfasis en que el encuentro personal con Jesucristo es “la fuente de la alegría.” El papa ha escrito acerca de la alegría del Evangelio, ha predicado al respecto y, mediante gestos drásticos, la ha practicado.
Los santos que el papa Francisco canonizó el mes pasado dan testimonio de esto. Esto no significa que no sentían dolor o temor. Significa que experimentaban las mismas emociones humanas que nosotros, pero las entregaban a Jesús, con la plena confianza en la capacidad del Señor de transformarlas, por el poder de su pasión, muerte y resurrección.
Al igual que Jesús fue objeto de burlas, azotes y crucifixión, todos los santos comparten su sufrimiento a su propia manera. Algunos, entre ellos san Óscar Romero, sufrieron martirios crueles. Otros, como san Pablo VI, sufrieron críticas provenientes del exterior, y ansiedad y dudas en su interior. Ninguno fue un ser humano perfecto. Todos pecaron, todos acudieron al Señor abrumados por el sufrimiento y la culpa, en busca de perdón.
Todos los santos son pecadores y todos los pecadores están llamados a arrepentirse, a buscar la misericordia del Señor y a retomar el camino hacia la santidad. Tal y como el papa Francisco nos recuerda a menudo: la divina misericordia transforma a pecadores en santos y redime a todas las “pobres almas” por las que rezamos, especialmente durante el mes de noviembre.
Al reflexionar sobre la lectura del Evangelio del vigésimo octavo domingo del tiempo ordinario, el pasaje del evangelio según san Marcos en el que preguntan a Jesús qué se debe hacer para alcanzar la vida eterna, el Santo Padre señaló que el Señor invita al joven rico (y a todos nosotros) a pasar del mero cumplimiento de la ley a entregarnos, de pasar a hacer algo para uno mismo a estar con Dios. Se trata de una conversión radical que implica renunciar a mucho más que bienes terrenales. Implica entregarnos de todo corazón para amar a Dios y al prójimo.
El joven del relato del Evangelio no pudo hacerlo. Pero Nunzio Sulprizio, el joven que fue canonizado el mes pasado, hizo exactamente lo que Jesús pidió: le entregó todo a Jesús, la fuente de la alegría.
Se ha escrito mucho acerca del vínculo personal que existía entre los dos conocidos santos: el papa Pablo VI y monseñor Óscar Romero. Poseían personalidades muy distintas y los caminos que los condujeron a la santidad fueron muy diferentes.
“Pablo VI, aun en medio de dificultades e incomprensiones, testimonió de una manera apasionada la belleza y la alegría de seguir totalmente a Jesús,” comentó el papa Francisco. Óscar Romero renunció a “la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos,” expresó el Papa.
Tal como señaló, con respecto a los siete nuevos santos: “Sin un salto hacia adelante en el amor, nuestra vida y nuestra Iglesia se enferman de autocomplacencia egocéntrica. Todos estos santos, en diferentes contextos, han traducido con la vida la palabra de hoy, sin tibieza, sin cálculos, con el ardor de arriesgarse y de dejar. Hermanos y hermanas, que el Señor nos ayude a imitar sus ejemplos.”
En muchas ocasiones el papa Francisco nos ha recordado que los santos no son superhéroes; son hombres y mujeres ordinarios que han respondido con un valor y un amor extraordinarios a las exigencias que Jesús plantea a sus discípulos: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres. Después, ven y sígueme” (Mc 10:21).
“Que el Señor nos ayude a imitar sus ejemplos,” dice el papa Francisco.
¿Qué debemos hacer para alcanzar la vida eterna? La respuesta es sencilla pero no fácil de aplicar. Debemos ser administradores agradecidos, responsables y generosos que devuelvan multiplicados todos los dones que Dios nos ha dado. Debemos ser personas santas que dejan todo para seguir a aquel que es la fuente de nuestra alegría.
Octubre de 2018 fue un mes difícil para el papa Francisco y los obispos de todo el mundo. Los escándalos, las divisiones internas y una crisis de confianza entre los seglares acapararon los titulares. Gracias a Dios, el Espíritu Santo siempre tiene la última palabra.
¡Gracias a Dios existe una razón para tener profunda esperanza y una gran alegría en el testimonio de todos los santos!
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †