El rostro de la misericordia / Daniel Conway
En la comunicación el silencio puede hablar más alto que las palabras
“Expresar lo que sientes y luego callar. Porque la verdad es suave, la verdad es silenciosa, la verdad no es rumorosa. No es fácil, eso que ha hecho Jesús; pero existe la dignidad del cristiano que está asegurada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que buscan solamente la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y oración.”
(Papa Francisco, homilía del 3 de septiembre de 2018).
El papa Francisco sorprendió a muchos al negarse a hablar sobre los alegatos de que había ignorado a sabiendas, e incluso encubierto, el comportamiento abusivo del excardenal Theodore E. McCarrick.
Cuando los periodistas le pidieron que se pronunciara con respecto a las alegaciones que hizo el arzobispo Carlo Maria Viganò, antiguo nuncio de Estados Unidos, el Santo Padre contestó que «no pronunciaré una sola palabra al respecto». Luego invitó a los periodistas a que aplicaran sus dotes de investigación para determinar por sí mismos si los alegatos eran verdaderos o no.
Estamos tan acostumbrados a que las personalidades públicas ofrezcan declaraciones contundentes y, a menudo, detalladas en respuesta a alegatos de todo tipo, que resulta desestabilizante que alguien se niegue a pronunciar una sola palabra en defensa propia. ¿Por qué el papa Francisco ha elegido actuar de esta forma? ¿Qué espera transmitir con su silencio?
De sus comentarios durante la homilía que pronunció en su residencia en Santa Marta el 3 de septiembre, resulta claro que el Sumo Pontífice considera que los alegatos del antiguo nuncio tienen por objetivo causar daños graves a la Iglesia. “Con las personas que no tienen buena voluntad”—señaló el Papa—“con las personas que buscan solamente la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y oración,” son las únicas respuestas adecuadas.
¿Acaso el arzobispo Viganò es alguien que busca causar escándalos o división? Sin contar con más información, resulta imposible saberlo a ciencia cierta. Y sin embargo, el papa Francisco prefiere tratar lo que se consideran cargos graves en contra de su persona y de muchos otros oficiales de la Iglesia, tanto en Estados Unidos como en el Vaticano, como uno de los peores tipos de chismes escandalosos y, por consiguiente, indignos de comentario alguno.
Para profundizar más sobre el razonamiento del Papa en este sentido, resulta útil leer su declaración pública durante el Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2018, durante la cual expresó lo siguiente:
“Para discernir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende a aislar, dividir y contraponer. La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. Además, nunca se deja de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas. Una argumentación impecable puede apoyarse sobre hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por sus frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscitan polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa.”
En otras palabras, el papa Francisco considera que las intenciones o la motivación desempeñan una función importante a la hora de determinar la verdad o la falsedad de una acusación presentada contra alguien.
En su mensaje durante la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2018, el papa Francisco dijo a los periodistas (y a todos nosotros) que tanto la intención como el efecto de nuestros mensajes pueden ayudarnos a discernir si estamos transmitiendo o recibiendo la verdad.
Expresa el Santo Padre que “siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas.” Por lo tanto, si nuestra comunicación es precisa en cuanto a hechos, pero tiene como finalidad desacreditar a otro o dañar a alguna persona o comunidad, seremos culpables de diseminar noticias falsas. Esto es doblemente cierto cuando la información transmitida no es precisa o constituye una distorsión de la verdad.
El tiempo dirá si el papa Francisco ha tomado la decisión correcta en este caso al responder con silencio y oración ante el cargo grave de haber encubierto. En la misma homilía, el Papa elevó una oración diciendo:
“Que el Señor nos dé la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar. Y esto en toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad ... en toda la vida. Así seremos más imitadores de Jesús.”
Que el señor también le dé al Santo Padre la gracia para enfrentar los escándalos que tanto daño hacen a nuestra Iglesia y nos guíe hacia un sentido renovado del verdadero significado de ser una Iglesia santa, católica y apostólica.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †