Cristo, la piedra angular
El Avivamiento es una invitación a encender una relación viva con Jesús
Ahora que estamos a menos de un mes del inicio del X Congreso Eucarístico Nacional, que se celebrará en Indianápolis del 17 al 21 de julio, es más importante que nunca que comprendamos por qué la Eucaristía es vital para la misión de la Iglesia. El propósito del Avivamiento Eucarístico Nacional de tres años de los obispos católicos de EE. UU. es “renovar la Iglesia encendiendo una relación viva con el Señor Jesucristo en la Sagrada Eucaristía.”
Esta “relación viva” es el resultado de un encuentro personal con Jesús que tiene lugar cuando reconocemos la presencia real del Señor en cuerpo y sangre, alma y divinidad en la Eucaristía. Cuando recibimos la sagrada Comunión, y cuando adoramos a nuestro Señor presente en el Santísimo Sacramento, tenemos el privilegio de entrar en una relación íntima con la segunda persona de la Trinidad. Nos acercamos a él y al mismo tiempo se entrega a nosotros de una forma profundamente personal.
Esta experiencia de intimidad divina no es meramente simbólica sino que es totalmente real. El cuerpo y la sangre de Cristo se hacen uno con nosotros, y nos convertimos verdaderamente en el cuerpo de Cristo. No hay palabras que puedan expresar adecuadamente el alcance y la riqueza de este misterio, pero cuando podemos aceptar con fe la verdad de nuestra unidad en Cristo, nada puede interponerse en nuestro camino para llevar a cabo la misión que Jesús nos encomendó.
La información que comparten las parroquias y diócesis de todo el país explica de la siguiente forma la finalidad del Avivamiento Eucarístico Nacional:
En una época marcada por la división y la duda, el Espíritu Santo invita a Estados Unidos a encontrar la unidad y la renovación a través de un Avivamiento Eucarístico Nacional de base. Este movimiento, discernido y aprobado por los obispos de EE. UU., es fundamental para renovar una fe que arda en los corazones de los católicos de todo el país y que impulse un nuevo capítulo misionero en este momento crucial de la historia de la Iglesia.
La visión subyacente del Avivamiento Eucarístico Nacional es: Inspirar un movimiento de católicos en todo Estados Unidos que sean sanados, convertidos, formados y unificados mediante un encuentro con Jesús en la Eucaristía, y que luego salgan a cumplir su misión “por la vida del mundo.”
El obispo Andrew H. Cozzens, presidente de National Eucharistic Revival Inc., ofrece esta visión del primer Congreso Eucarístico en más de 80 años: “Nuestra esperanza es que el fuego que ardía en los corazones de los primeros cristianos comience a arder en nuestros corazones de una forma nueva y poderosa, de modo que no podamos evitar compartir con los demás esa llama encendida en nuestro interior. Cuando eso ocurra, cuando nos convirtamos en misioneros de la Buena Nueva de nuestra salvación en Cristo, entonces cumpliremos en nuestro tiempo la Gran Obra que Jesús nos ha encomendado: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones” (Mt 28:19).
Para encender este fuego y, lo que es más importante, para mantenerlo vivo en los meses y años venideros, nuestro encuentro personal con Jesucristo en la Eucaristía debe ser verdaderamente transformador. Debe cambiar la forma en que nos concebimos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Esta transformación comienza con la forma en que nos acercamos al Santísimo Sacramento: con reverencia y asombro, con gratitud y alegría, y con la firme convicción de que Jesús nos conoce y nos ama personalmente como amigos y como hermanas y hermanos en la única familia de Dios.
Después, una vez que hayamos recibido la sagrada Comunión, o pasado un tiempo con Jesús en el Santísimo Sacramento, debemos vivir nuestra vida cotidiana plenamente conscientes del gran don que se nos ha concedido en la sagrada Eucaristía. La gracia de este sacramento debe fortalecernos en mente y corazón para que podamos llevar a cabo fielmente la misión que nos ha confiado nuestro Señor. Se nos ha concedido este maravilloso don de la intimidad con Jesús no para que nos aferremos celosamente a él, sino para que lo compartamos generosamente con todos los que conozcamos.
El Papa Francisco habla con frecuencia de la necesidad que tiene la Iglesia de una conversión pastoral y misionera “que no puede dejar las cosas como están actualmente.” Contribuimos a esta experiencia de conversión cuando nos tomamos en serio tanto los privilegios como las responsabilidades que recibimos en la sagrada Eucaristía y a través de esta.
Que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego que ardía en el corazón de los discípulos que se encontraron con Jesús al partir el pan en el camino de Emaús. Que el mismo Espíritu llene nuestros corazones y mentes con un profundo conocimiento y amor de la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento para que podamos compartir generosamente este gran don y para que la Iglesia en Estados Unidos pueda estar “permanentemente en estado de misión” (cf. “Evangelii Gaudium,” #25). †