Cristo, la piedra angular
Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal
“Que nadie diga cuando es tentado: ‘Soy tentado por Dios.’ Porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. [...] Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman” (San 1:13-14, 12).
La lectura del Evangelio del primer domingo de Cuaresma (Mt 4:1-11) relata la historia que todos conocemos que el demonio tentó a Jesús en el desierto. Es interesante señalar que san Mateo dice que “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4:1).
¿Por qué el Espíritu Santo querría someter a la tentación del demonio a Jesús quien estaba hambriento y débil tras 40 días y noches de ayuno? ¿Acaso no es esto algo que Jesús nos dijo que pidiéramos en la oración que nos enseñó (el Padre Nuestro): “y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal”?
Recientemente, el papa Francisco hizo molestar a algunos tras aprobar un cambio en la versión italiana del Padre Nuestro que originalmente podía traducirse por “no nos induzcas a la tentación,” y ahora es “no nos abandones a la tentación.” Al aprobar este cambio, el Santo Padre dijo que es importante dejar en claro que Dios, nuestro Padre amoroso, jamás nos presentaría una ocasión para pecar al llevarnos deliberadamente a la tentación.
Pero ¿acaso no es justamente eso lo que hizo el Espíritu Santo cuando llevó a Jesús al desierto para que el demonio lo tentara?
Es importante comprender que la palabra griega que a menudo se traduce como “tentación” es peirasmós, que puede ser “tentación” o “prueba.”
El papa Francisco ciertamente tiene razón al decir que nuestro Padre amoroso jamás seduciría a sus propios hijos al llevarlos a la tentación. Al mismo tiempo, el libro de Job y los Evangelios nos muestran claramente que Dios le da al demonio bastante ocasión para ponernos a prueba.
Los hombres y las mujeres justos del Antiguo Testamento y los discípulos del Nuevo Testamento a menudo eran sometidos a pruebas. No todos tenían la paciencia de Job ni la inquebrantable lealtad de Jesús, pero al final, todos superaron las pruebas al no sucumbir ante las mentiras egoístas del demonio y dieron testimonio del poder de la gracia de Dios a la luz de cada desafío o tentación.
San Marcos nos dice que el tentador le dijo a Jesús: “Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan” (Mt 4:3). Y como sabemos, Jesús le respondió: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4). Sin duda esta no fue una respuesta fácil o dada a la ligera. Jesús era humano ¡y tenía mucha hambre! Pero superó la tentación del demonio y pasó la prueba que cada persona de virtud debe enfrentar al insistir que la vida es más que sentirse cómodo.
Y seguidamente—nos dice san Mateo—el demonio llevó a Jesús a la ciudad santa (Jerusalén) y tras hacer que se parara en el pretil del templo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: A Sus Ángeles te encomendará, y en las manos te llevarán, no sea que tu pie tropiece en piedra” (Mt 4:6).
Seguramente Jesús se sintió tentado por esto. Todos anhelamos protección y seguridad, y ninguno de nosotros quiere creer que no hay una red de seguridad que nos atajará si nos tropezamos y nos caemos. Pero si esto tentó a Jesús, rápidamente lo superó al decir: “Jesús le contestó: También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’ ” (Mt 4:7).
Por último, el demonio realizó su maniobra más audaz y desesperada: le ofrece fama, fortuna y poder terrenal. Ahora, al haber superado con éxito otras pruebas de seducción más sutiles, Jesús lo rechaza rotundamente: “¡Vete, Satanás! Porque escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y solo a Él servirás’ ” (Mt 4:10).
Con toda razón rezamos “y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal” o en italiano “no nos abandones a la tentación.” Ambas súplicas afirman que solo por la gracia de Dios podemos superar el poder seductivo del demonio y pasar las pruebas que debemos enfrentar como discípulos fieles de Jesús.
Durante esta temporada sagrada de la cuaresma, recemos para tener la sabiduría y la fuerza de Jesús frente a cada tentación, al decir: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Amén.” †