Cristo, la piedra angular
El Buen Pastor guía a sus pastores y a todos nosotros a la vida eterna
Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre El Padre y yo somos uno” (Jn 10:27-30).
El cuarto domingo de Pascua se conoce también como el Domingo del Buen Pastor. En este día la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el estilo de liderazgo pastoral de Jesús, el Pastor Bonus (el Buen Pastor).
El papa Francisco nos dice que un buen pastor a veces guía a su pueblo caminando delante de él; en otros momentos lo sigue, pero la mayoría de las veces camina junto a él y lo acompaña. Esta imagen proviene de una reflexión sobre el ministerio de Jesús.
Un buen pastor debería guiar a su pueblo en la oración y la búsqueda de la santidad. En esta metáfora, caminar delante de su pueblo no significa necesariamente que el pastor rece mejor o que sea más santo que los demás, sino que hace de la vida espiritual su principal prioridad. Al hacerlo, da testimonio a los demás sobre la importancia y la riqueza de la salud y la madurez espiritual.
Un buen pastor también debe caminar delante de su pueblo al momento de reflexionar acerca de la Palabra de Dios en las sagradas escrituras y experimentar la presencia de Dios en los sacramentos, especialmente la eucaristía. El principal objetivo de todo el ministerio pastoral es guiar a los demás hacia un encuentro personal con Jesucristo y, de esta forma, vivir de primera mano su amor y su misericordia, su sanación y su aliento, su sufrimiento y su triunfo sobre el pecado y la muerte.
Un buen pastor camina junto a su pueblo cuando los acompaña en su trayectoria personal y comparte con ellos las alegrías del matrimonio y el nacimiento de los hijos, las tristezas de la enfermedad y la muerte, las dificultades que surgen por un desempleo o dificultades económicas, las consecuencias del pecado y todas las experiencias de la vida cotidiana, sean estas buenas, malas o indiferentes. El buen pastor está cerca de su pueblo, los conoce y ellos saben que el pastor es uno de ellos como hermano, amigo y compañero fiel en el camino de la vida.
La vida parroquial debe ser el lugar donde se percibe más directa y frecuentemente esta compañía. La palabra “parroquia” (del griego paroikia) tiene su raíz en la idea de la peregrinación, el viaje que realizan juntas un grupo de personas que comparten entre ellas sus esperanzas y sus sueños, así como también sus retos y frustraciones en la búsqueda de Dios, de la vida en todo su esplendor.
Por último, un buen pastor camina detrás de su pueblo para alentar a los rezagados. Él señala el camino y los sigue muy de cerca desde atrás para cerciorarse de que su pueblo se mantenga en el camino correcto. Un buen pastor confía en que el Espíritu Santo guiará y protegerá a su pueblo, pero siempre está atento a los peligros y a las influencias perniciosas que intentan desviar al pueblo de su camino.
Jesús nos dice que los buenos pastores están dispuestos a sacrificarse en favor del pueblo al que sirven; dejan a 99 para ir en busca de aquel que se ha perdido y se alegran enormemente cuando aquel que estaba perdido aparece finalmente.
“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10:27). El buen amor de un pastor por su pueblo no conoce de frialdad, distanciamientos o indiferencia. Al igual que Jesús, el buen pastor se acerca mucho a nosotros y adquiere “el olor a oveja,” como lo expresa el papa Francisco. En él, somos capaces de sentir un grado de calidez e intimidad (siempre expresada adecuadamente) que no esperaríamos normalmente de otros líderes religiosos o civiles.
“Yo les doy Vida eterna—dice Jesús—ellas no perecerán jamás” (Jn 10:28). Un buen pastor acompaña a su pueblo en el camino a la vida eterna; nos guía por el camino, pero también escucha a su gente y les sigue el paso cuando descubre que tienen conocimientos y experiencias que él no ha tenido.
Por encima de todo, un buen pastor reconoce que nuestro Padre amoroso nos lleva a todos de la mano. Y tal como dice Jesús: “Mi Padre, que me ha dado [las ovejas], es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre” (Jn 10:29).
En este domingo del Buen Pastor, recemos por nuestros pastores para que puedan seguir las palabras y el ejemplo del Buen Pastor y que conozcan la paz, la esperanza y la alegría que proviene de ser líderes, seguidores y compañeros del pueblo que se encuentra bajo sus cuidados pastorales. †