Cristo, la piedra angular
La conversión significa elegir la vida por encima de la muerte
“Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres” (Hc 9:1-2).
La fecha de publicación de esta columna es el 25 de enero, la festividad de la Conversión de San Pablo Apóstol. Hace tan solo tres días, la Iglesia de los Estados Unidos observó el Día de Oración para la Protección Legal de los Niños en Gestación.
Existe una conexión entre estas dos celebraciones litúrgicas. Una de ellas destaca la gran responsabilidad que tenemos como miembros de la familia humana y discípulos de Jesucristo, de proteger la santidad de la vida humana y proteger a los más vulnerables. La otra es testimonio de la profunda conversión mediante la cual san Pablo Apóstol eligió la vida sobre la muerte, y se entregó por completo a proclamar el evangelio de vida a todas las naciones.
Antes de esta conversión, Saulo era un enemigo declarado de “el Camino,” la Iglesia incipiente en los años inmediatamente posteriores a la muerte y resurrección de Jesús. Saulo participó en la lapidación del primer mártir cristiano, san Esteban, al recibir los mantos de quienes lo asesinaron (cf. Hc 7:58-59). Posteriormente nos enteramos de que el propio Saulo respiró amenazas de muerte contra los discípulos del Señor y propició su captura (Hc 9:1).
La conversión que experimentó Saulo mientras viajaba hacia Damasco fue una transformación total de su forma de pensar y actuar. Se trató de un rechazo de su antigua forma de obrar plagada de muerte y representó una afirmación de la forma de vida que se manifestó en la persona de Jesucristo.
Tal como nos lo enseña el papa Juan Pablo II: “la vida vencerá: ésta es para nosotros una esperanza segura. Sí, la vida vencerá, puesto que la verdad, el bien, la alegría y el verdadero progreso están de parte de la vida. Y de parte de la vida está también Dios, que ama la vida y la da con generosidad” (cita de “Dignitas Personae: Sobre algunas cuestiones de bioética,” de la Congregación para la doctrina de la fe, 2008). Al elegir seguir a Jesucristo, san Pablo elegía la vida por encima de la muerte; eligió estar del lado de la vida porque Dios, que ama la vida y la entrega generosamente, ¡está a favor de la vida!
Nuestra Iglesia nos enseña que toda la vida humana es sagrada e inviolable. Estamos especialmente conscientes de la necesidad de proteger la vida de los más vulnerables: los bebés en gestación, los recién nacidos y los niños, los ancianos y los enfermos, los inmigrantes y los refugiados. Pero tenemos el desafío de proteger toda la vida humana, incluyendo a nuestros enemigos y a aquellos que, al igual que Saulo antes de su conversión, buscan hacernos daño. Es por ello que nos oponemos a la pena de muerte y por lo que el ministerio en las cárceles es una de las prioridades para nuestra Arquidiócesis. Toda la vida es sagrada. Sin excepción.
Por supuesto, precisamente porque toda la vida es sagrada, debemos defender contra toda forma de violencia, no solo a nosotros mismos sino también a quienes se encuentran en peligro. Pero nuestra necesidad de autoprotección jamás debe sobrepasar la línea de la indiferencia o la apatía con respecto a la vida de los demás.
Esa es la conversión de mente y corazón que Jesús le pide a cada uno de nosotros. Cuando la reacción natural ante una injusticia sea buscar venganza, el Señor nos exhorta a perdonar a quienes nos han injuriado. Saulo se percibe como un judío correcto cuyo deber era encadenar a los seguidores de Jesús y lanzarlos a la cárcel. Pero su encuentro con Jesús le abrió los ojos y le enseñó a escuchar atentamente la Palabra de Dios, a confiar en los demás y a sufrir por el bien del Camino que él mismo condenaba anteriormente.
Toda la vida es sagrada. Cada ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios, desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Esta enseñanza es muy seria ya que exige la conversión completa con respecto a las formas de pensamiento egocentristas y de los valores que colocan otros bienes por encima del bien supremo de la vida humana.
La mayoría de nosotros no ha vivido el tipo de conversión drástica que ocasionó que Saulo cambiará su vida por completo. Esto no significa que sea fácil; incluso la experiencia de las pequeñas conversiones que suceden a lo largo de una vida requieren valor, perseverancia y un cierto sufrimiento. El Camino que estamos llamados a elegir es el Camino de la Cruz que exige que abandonemos nuestras formas de pensamiento y acción individualistas para poder convertirnos en fieles discípulos misioneros de Cristo, al igual que San Pablo Apóstol.
Recemos para tener el valor y la confianza de cambiar nuestras mentes y corazones para que tanto en lo pequeño como en lo grande siempre podamos elegir la vida por encima de la muerte. †