Alégrense en el Señor
Tomos somos corresponsables de la creación de Dios
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy humilde, y preciosa y casta.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello, y alegre y vigoroso, y fuerte.”
—San Francisco de Asís, Cántico de las criaturas
La nueva encíclica del papa Francisco, titulada “Laudato Si’ ” (“Alabado seas”), habla sobre adoptar una actitud completamente nueva frente a “nuestro hogar común,” el mundo en el que vivimos y del cual somos parte integral. Tomando como fuente de inspiración a su patrono, San Francisco de Asís, el Santo Padre nos exhorta con vehemencia a ver a todas las criaturas del universo —a todo lo invisible y lo invisible— como nuestras hermanas.
El papa Francisco ora para que ocurra un profundo cambio de actitud en las mentes y los corazones de todos. Pero esa transformación también vendrá acompañada de enormes repercusiones. El Papa nos recuerda que “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada” (#67).
Los seres humanos están llamados a ser corresponsables de todos los obsequios divinos. No somos los dueños y ciertamente no somos los “amos del universo” para poder dominar, maltratar o desperdiciar a nuestro antojo los valiosos recursos que nos ha confiado nuestro generoso y amoroso Dios. El papa Francisco nos recuerda que pertenecemos a esta tierra; la tierra no nos pertenece a nosotros.
Tal como lo expresa el Santo Padre: “Esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo, porque ‘él lo ordenó y fueron creados, él los fijó por siempre, por los siglos, y les dio una ley que nunca pasará’ ” (#68; Sal 148, 5b-6).
El cántico de San Francisco hace énfasis en que estamos llamados a entablar relaciones fraternas con todas las criaturas divinas. Ciertamente debemos comportarnos como hermanos y hermanas del prójimo, inclusive con los extraños y los enemigos. Pero también estamos llamados a identificarnos con animales, plantas y minerales, como si fuéramos de la misma raza. Para la mayoría de nosotros, esta noción resulta muy extraña de comprender, especialmente en referencia a los objetos inanimados. Y sin embargo, esto revela una sensibilidad —inclusive, una forma de reverencia— para con los talentos de la creación de Dios y nuestra responsabilidad de nutrir, cultivar y compartir generosamente todo lo que se nos ha entregado en calidad de administradores.
En Laudato Si’ el papa Francisco nos recuerda que “de ahí que la legislación bíblica se detenga a proponer al ser humano varias normas, no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también en relación con los demás seres vivos: ‘Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos. […] Cuando encuentres en el camino un nido de ave en un árbol o sobre la tierra, y esté la madre echada sobre los pichones o sobre los huevos, no tomarás a la madre con los hijos’ (Dt 22:4.6). En esta línea, el descanso del séptimo día no se propone sólo para el ser humano, sino también ‘para que reposen tu buey y tu asno’ ” (#68; Ex 23:12).
La profunda reflexión sobre la responsabilidad de cuidar de toda la creación divina crea una nueva conciencia sobre lo que el Papa Francisco denomina la “ecología integral.” Esto es, tomar conciencia de que todo lo que Dios creó está interrelacionado.
No es posible preocuparse profunda o auténticamente por el medio ambiente si no nos importa la dignidad, el bienestar y los derechos de los demás seres humanos, especialmente aquellos que son más vulnerables. El Papa escribe que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (#49).
Es por ello que el papa Francisco nos exhorta a que entendamos que no nos enfrentamos a crisis distintas: ambiental, social, económica o política. «Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (#139).
“Laudato si, mi Signore” (“alabado seas, mi Señor”) canta el gran santo de Asís quien nos recuerda que la tierra que habitamos, nuestro hogar común, se parece más a una hermana o una madre que a un objeto material indiferente o un lugar en el que simplemente vivimos. La Madre Tierra nos abre los brazos para recibirnos pero, ¿de qué forma le respondemos?
Oremos para que la gracia de Dios nos ayude a ver el mundo con nuevos ojos y corazones abiertos. Que aprendamos a responder generosamente al llamado de todos nuestros hermanos en la única familia de Dios. Que alabemos a Dios mediante el cuidado y la preservación amorosa de todos sus obsequios. †
Traducido por: Daniela Guanipa