Alégrense en el Señor
‘Laudato si’: ¿Nos encontramos ante una crisis ecológica?
La encíclica del papa Francisco publicada recientemente—“Laudato Si’ (“Alabado seas”)— admite claramente las conclusiones a las que han llegado los científicos, los filósofos y muchos otros de que “se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta” (#19). ¿Nos encontramos ante una crisis ecológica? El Papa dice que “sí,” sin lugar a dudas.
Al mismo tiempo, el Santo Padre reconoce que hay “cuestiones relacionadas con el ambiente donde es difícil alcanzar consensos” (#188). Y prosigue, diciendo que “la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política” (#188).
Entonces, ¿por qué el papa Francisco desea destacar al mundo la crisis ambiental actual? En Laudato Si’ el papa nos responde que “invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común” (#188).
Hoy en día enfrentamos difíciles decisiones relacionadas con problemas sociales, políticos y, por supuesto, ecológicos. Los debates honestos y abiertos quedan obstruidos por los intereses e ideologías de ciertos grupos.
Laudato Si’ es, antes que nada, un llamado a todas las personas de buena voluntad para que enfrenten la realidad y participen en diálogos respetuosos. “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta,” escribe el Papa. “Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos” (#14).
Es difícil dialogar, pero resulta esencial para poder responder adecuadamente a los retos modernos. Sin embargo, no me refiero solamente a los retos medioambientales. El papa Francisco deja muy en claro que el desafío fundamental que enfrentamos como personas y comunidad global es una crisis de significado. “¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?” (#160). Estas interrogantes tienen implicaciones muy prácticas.
El Papa va directamente al grano y pregunta: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” “Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, —comenta— porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario” (#160).
Aquellos que confunden con idealismo la preocupación del papa Francisco por el medio ambiente no logran captar el mensaje esencial de la encíclica. En consonancia con las escrituras de sus predecesores inmediatos, el papa San Juan Pablo II y el papa emérito Benedicto XVI, Francisco llama la atención sobre la corresponsabilidad que Dios nos ha dado con toda Su creación, para que, junto con Él, seamos corresponsables del mundo lleno de maravillas en el que habitamos.
De hecho, el papa Francisco nos dice que los seres humanos no somos meros ocupantes de nuestro hogar terrenal. Estamos destinados a ser uno solo con Dios y con todo lo que Él ha creado. “La existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas,” nos enseña el Papa. Estamos íntimamente relacionados “con Dios, con el prójimo y con la tierra” (#66).
Si estamos enfrentando crisis políticas, sociales, económicas o ambientales es porque el vínculo sagrado—cuya finalidad era unirnos y que se describe con mucha fuerza en el Libro del Génesis como el estado de la existencia humana en el Jardín del Edén, antes de nuestra caída se ha roto por el pecado.
La responsabilidad del Papa de hablar sobre la condición humana corrompida por el pecado es un hecho incontrovertible. La Iglesia no pretende resolver cuestiones científicas ni reemplazar a la política, pero se atreve a hablar contra la injusticia, el abuso y el maltrato cuandoquiera que ocurran. “Todo ensañamiento con cualquier criatura “es contrario a la dignidad humana,” expresa el Papa (#92). “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos” (#91) y, siguiendo la más pura tradición franciscana, alabar a toda la creación de Dios.
Dios, el prójimo y la tierra misma están intrínsecamente unidos en el misterio de la creación. La crisis que enfrentamos hoy en día no es una cuestión limitada o aislada sobre política o ideología, sino que es la consecuencia del pecado original que quebrantó la integridad y la armonía de nuestro mundo.
Afortunadamente, los cristianos creemos que Dios amó tanto a este mundo quebrantado que envió a su único Hijo para que nos salvara de nosotros mismos y de nuestra inhumanidad contra todas las criaturas. Por el poder de la gracia de Dios estamos llamados a restaurar la dignidad original de toda la creación. Junto con todos nuestros hermanos y hermanas (visibles e invisibles) se nos invita a proclamar: Laudato si’! ¡Alabado seas, Señor! †
Traducido por: Daniela Guanipa