Alégrense en el Señor
Vayan por todo el mundo, incluso la periferia
¿Ha escuchado sobre el papa Francisco y la periferia? Desde antes de que lo eligieron Papa, hace poco más de un año, el Santo Padre ha estado exhortando a la Iglesia—es decir a todos nosotros—a que “abandonemos nuestra comodidad y salgamos a la periferia.”
Este planteamiento del papa Francisco es un elemento crucial de la celebración de la Solemnidad de la Ascensión del Señor. El día en que el Señor resucitado regresó al Padre, también es el día en el que ordenó a sus discípulos “vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda la criatura” (Mc 16:15).
A esto se le conoce a veces como la Gran tarea, porque Jesús confiere a sus discípulos su propia autoridad para enseñar y para bautizar, y en esas últimas palabras Jesús exhorta a sus discípulos (y a nosotros) a que “abandonen su comodidad [nuestra comodidad] y que salgan a la periferia.”
¿Dónde se encuentra la periferia? La definición de periferia, según el diccionario, es: “el borde exterior de un área o el área que rodea un lugar o cosa.”
El papa Francisco se refiere a esas áreas en las que habitan las personas consideradas marginadas sociales, en los “márgenes” de la aceptabilidad social, y a esto es a lo que denomina “la periferia.” Nos exhorta a que abandonemos nuestra comodidad (otra expresión que usa frecuentemente el papa Francisco) y a que abramos nuestros corazones a los demás, especialmente a aquellos que han sido rechazados por la sociedad.
En los Evangelios, los samaritanos se encuentran claramente “en la periferia” de la sociedad judía. Lo mismo ocurría con los leprosos y aquellos que fueron sorprendidos pecando, como es el caso de los adúlteros.
Tal como leemos en el Evangelio según San Mateo: “Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos. ¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les contestó, ‘No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores” (Mt 9: 10-13).
En otras palabras, la periferia no está delimitada por un espacio geográfico, o estatus social, económico o legal, ni por nuestros puntos de vista en cuanto a religión o política. Todo aquel que es distinto de nosotros nos resulta incómodo.
Salir de nuestra comodidad y adentrarnos en la periferia podría significar cualquier esfuerzo por relacionarnos con los demás de forma comprensiva y compasiva. Esto no significa que tenemos que abandonar nuestras creencias, principios o forma de vida; pero sí significa acoger a aquellos que son distintos de nosotros y, en este mismo acto, compartimos con ellos la buena nueva de que Dios los ama a todos y han sido redimidos por Cristo.
Hace dos meses, los obispos católicos de Indiana publicaron una carta pastoral titulada “Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana.”
Nuestro mensaje para el pueblo católico de Indiana, comenzando por nosotros mismos, es que tenemos la obligación de acercarnos a los márgenes de la sociedad (donde se encuentran nuestros hermanos y hermanas pobres) y compartir con ellos la buena nueva de nuestra salvación en Jesucristo. En esa carta expresamos: “Todos los discípulos de Jesucristo están llamados a amar a los pobres tal como él lo hizo. Como pueblo de fe, se nos invita a reconocer al pobre, a dejar que la Palabra de Dios ilumine la realidad de la pobreza y a responder con corazones transformados.”
Ver. Juzgar. Actuar. Esta es la sencilla fórmula que mis hermanos obispos y yo recomendamos para salir de nuestra comodidad. Debemos ver (y no minimizar o negar) la realidad de la pobreza que existe en nuestra sociedad. Debemos juzgar y no permitir que otros decidan por nosotros, en cuanto a los sistemas y las normas que perpetúan el lugar que ocupan los pobres. Y debemos actuar, no pasar el testigo, a través de la oración, nuestra defensa y nuestra generosidad. Esto es lo que significa “salir a la periferia,” tanto aquí en Indiana como en el resto del mundo.
En su homilía en Lampedusa, una isla grande localizada cerca de Sicilia que presenció la trágica muerte por ahogamiento de cientos de refugiados africanos que intentaban pedir asilo en Italia, el papa Francisco lamentó lo que denominó la anestesia del corazón. “Somos una sociedad que ha olvidado cómo llorar, cómo sentir compasión por [el sufrimiento de] los demás; la globalización de la indiferencia nos ha despojado de la capacidad de llorar.”
La “anestesia del corazón” no es una virtud cristiana. Mientras celebramos la Ascensión del Señor, renovemos nuestro compromiso de obedecer los mandamientos de Jesús. Salgamos de nuestra comodidad y adentrémonos en el mundo, incluso en la periferia, para proclamar su buena nueva. †
Traducido por: Daniela Guanipa