Alégrense en el Señor
Corpus Christi celebra el misterio eucarístico
Canta, oh lengua,
el misterio del cuerpo glorioso
y de la Sangre preciosa
que el Rey de las naciones
Fruto de un vientre generoso
derramó en rescate del mundo.
Pange Lingua Gloriosi Corporis Mysterium es un himno escrito por Santo Tomás de Aquino (1225-1274) para la festividad de Corpus Christi, la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
Este himno también se canta el Jueves Santo, durante la procesión desde el altar hasta el monumento donde la reserva queda custodiada hasta el Viernes Santo. Las dos últimas estrofas de este himno, denominadas de forma independiente el “Tantum Ergo,” se entonan en la bendición del Santísimo. El himno proclama el misterio eucarístico en el cual, de acuerdo con nuestra fe, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Cuando pensamos en Tomás de Aquino evocamos al pensador brillante que enseñaba filosofía y teología, y aunque todo esto es cierto, Santo Tomás también fue un hombre de ferviente oración e intensa devoción al Santísimo Sacramento.
Sus primeros biógrafos han escrito que este excepcional erudito, que además fue un orador popular, apoyaba la cabeza contra el Sagrario como si tratara de percibir el latido del corazón humano y divino de Jesús.
Para Aquino el conocimiento se adquiere a través de los sentidos de la vista, el oído, el tacto y el olfato. ¿Acaso trataba de conocer y de amar al Señor más íntimamente al sentir su presencia más intensamente? El papa Francisco llama a esta “cercanía” el tipo de intimidad que cada uno de nosotros está llamado a entablar con Jesús y con el prójimo.
Santo Tomás creía que la Eucaristía es el sacramento de la Pasión del Señor porque contiene—real y verdaderamente—a la persona de Jesucristo quien sufrió y murió por nosotros. Por consiguiente, Aquino enseñaba que todo efecto de la Pasión de Nuestro Señor (especialmente nuestra liberación del pecado y de la muerte), también era un efecto de la Santa Eucaristía pues este sacramento no es más que la Pasión de Nuestro Señor aplicada a nosotros. Santo Tomás estaba tan convencido de esto que se decía que mientras celebraba la misa derramaba lágrimas de gratitud y de alegría.
Aquí no vemos a un académico estirado reflexionando de forma fría y desapegada sobre “ideas elevadas.” Se trata de un hombre amantísimo que ha captado la verdad sobre la presencia real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. ¿Cómo no va a responder con un corazón abierto y lleno de alegría a Aquel que ha entregado todo por nuestra salvación? ¿Cómo no va a cantar la gloria del Salvador, del misterio “precioso” que se nos presenta—aquí y ahora—en el sacramento del cuerpo y la sangre de Cristo? ¿Cómo no va a derramar lágrimas de alegría y de agradecimiento ante el obsequio penitencial que nos han entregado “por la redención del mundo”?
Al reflexionar sobre las enseñanzas y el testimonio personal de este gran santo, el papa emérito Benedicto XVI escribió una vez: “¡Enamorémonos de este sacramento! Participemos en la Santa misa con recogimiento para cosechar sus frutos espirituales; alimentémonos con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor para nutrirnos incesantemente de gracia divina. Permanezcamos a menudo y por voluntad propia en la compañía del Santísimo Sacramento en una conversación que emana del corazón.” Jesucristo nos invita a una comunión íntima con él a través de este maravilloso sacramento de su cuerpo y su sangre.
No debe sorprendernos, entonces, que el “Tantum Ergo” nos invite a postrarnos ante la Hostia sagrada. No temamos sentirnos sobrecogidos por el poder de la presencia del Señor, no de una forma opresiva o temerosa, sino con el corazón lleno de asombro y de alegría.
En definitiva, Santo Tomás de Aquino sabía que el divino misterio desafía nuestro entendimiento. La fe por sí misma llena los espacios “donde los débiles sentidos fallan” y nos permite conocer, amar y servir a Dios de formas parciales y preliminares aquí en la tierra, pero de un modo pleno y perfecto en la alegría eterna del Cielo.
La Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi), que celebramos este fin de semana, es un momento para alegrarse con el gran obsequio que hemos recibido en la Santa Eucaristía.
Enamorémonos de este precioso sacramento. Nutrámonos de gracia divina para tener la fortaleza para amar a Dios sobre todas las cosas y para enseñar y servir al prójimo como Él nos lo ha mandado. †
Traducido por: Daniela Guanipa