Buscando la
Cara del Señor
La base del sacerdocio es ser amigos de Jesús en la oración
Esta semana continúo con la segunda parte de la Instrucción de la ordenación de padre Dustin Boehm.
Instrucción - Parte 2
Hay algo más acerca de la obediencia.
El beato Papa Juan Pablo II comentó en una ocasión acerca el gesto del ordenando de colocar sus manos sobre las del obispo. “El sacerdote debe sentir, especialmente en momentos de dificultad y de soledad, que el arzobispo le tiene de la mano.”
¿Acaso no es éste un gesto mutuo que simboliza la seguridad que experimentamos en las manos de Cristo?
Puede que el sacerdote se queje de que tan pronto llega a la iglesia para rezar el oficio o celebrar la Misa, la mente se le inunda con miles de pensamientos que lo distraen de Dios.
Pero a este respecto, San Carlos Borromeo indaga: “¿Cómo se preparó? ¿Qué medios usó para controlar sus pensamientos y mantenerlos ordenados?”
El santo pregunta: “¿Te gustaría que te enseñara cómo avanzar de una virtud a otra y cómo, si ya mantienes tus pensamientos ordenados en la oración, podrías estar más atento para alabar a Dios de una forma que Le agrade aún más? Quédate en silencio con Él.”
Dustin, me has escuchado decir más de una vez que nuestro primer deber como sacerdotes es ser hombres de oración.
San Carlos dijo: “Mis hermanos, deben darse cuenta de que para los hombres de la Iglesia nada es más necesario que la meditación. Cuando administren los sacramentos, mediten sobre lo que están haciendo. Cuando celebren la Misa, reflexionen acerca del sacrificio que están ofreciendo. Cuando recen el oficio, piensen en las palabras que están pronunciando y en el Señor al cual le hablan. Cuando se ocupen de nuestra gente, mediten sobre la sangre del Señor que los ha lavado. De esta forma, todo lo que hagan se convierte en una obra de amor.”
De esta manera podemos superar las dificultades que enfrentamos las cuales, después de todo, forman parte de nuestro ministerio.
Dustin, en tu homilía del Jueves Santo en la iglesia St. John Evangelist, dijiste: “En la meditación hallamos la fuerza para lograr que Cristo nazca en nosotros y en el prójimo. Así pues, nuestra proclamación del Padre Nuestro se torna en una presencia muy real, muy palpable en este mundo, no se limita a una mera entonación de palabras, sino que es una proclamación de amor muy real y muy palpable.”
El santo obispo de Milán, San Carlos, preguntó: “¿Estás a cargo de una parroquia? De ser así, no descuides la parroquia de tu propia alma, no te entregues de tal modo que no quede nada para ti mismo. Ocúpate de las personas sin olvidarte de ti.”
El papa Benedicto XVI nos recuerda que nuestra espiritualidad sacerdotal es intrínsecamente eucarística. Expresa: “En las palabras que pronuncia el obispo durante la liturgia de ordenación se encuentran ya las semillas de la espiritualidad: ‘Recibe la limosna del pueblo santo para ofrecerla a Dios. Comprende qué celebras y amolda tu vida al misterio de la cruz.’ ”
Hermano, ya has prometido vivir tu vida en el amor apostólico y en la castidad del celibato. Estamos llamados a amar a muchos. Ofrecemos un amor de sacrificio como símbolo de nuestro amor interior a Cristo y nuestra disposición especial de servir a Dios en nuestra familia humana. ¿Por qué? Sin ir más allá, observemos la persona de Cristo que fue célibe. El carisma del celibato es el misterio del amor de Dios en acción en nosotros, al igual que lo fue en Cristo: forma parte de esa paradoja divina en la que debemos morir para poder vivir (cf. Light in the Lord [Luz en el Señor], cardenal Basil Hume, p. 35).
Por último, Dustin, en unos minutos, cuando yazcas postrado en el suelo durante la letanía, toma la determinación de que día tras día volverás a dedicar tu vida por amor. Postrarte es una señal de tu dependencia de Jesús. Recuerda que, por su parte, Jesús te dice y continuará diciéndote “ya no te llamo siervo sino amigo” (Jn 15:15).
El papa Benedicto asevera que ese es el significado de la imposición de las manos: ya no os llamo siervos, sino amigos. El fundamento del sacerdocio es ser amigo de Jesús y serlo significa estar con él en la oración.
El cardenal Hume señaló: “Amigo. Eso hace que la cuestión tome un cariz distinto, ya que las promesas entre amigos no se derivan de obligaciones ni apremios.”
También dijo: “La brecha entre lo que eres y lo que sabes que deberías ser se tornará todavía más grande. No te aflijas. [Jesús] te eligió. Él sabe lo que hace, así que confía en él. Quiere que seas su amigo; permíteselo. De vez en cuando querrá que cargues su cruz; hazlo. Ora a menudo, en los buenos tiempos y en los malos: ‘Habla, Señor, tu siervo te escucha.’ Te responderá y te susurrará quedamente a su manera: ‘No te preocupes; todo va a estar bien. … Yo te elegí” (p. 93).
Ser amigo de Jesús significa estar con él en la oración. Hermano, hazlo y todo irá bien. Te ruego Señor que así sea. †