Buscando la
Cara del Señor
Las parroquias deben dar la bienvenida y acoger a los jóvenes adultos
Esta semana proseguimos con la Carta pastoral sobre jóvenes adultos y el ministerio universitario con una reflexión sobre el papel esencial que desempeñan las parroquias en la enseñanza del arte de la vida cristiana para los jóvenes adultos. Continúo con una cita del discurso del Santo Padre a los educadores católicos de EE.UU. de abril de 2008.
“La educación de las nuevas generaciones en la fe es una tarea enorme y fundamentalmente importante que involucra a toda la comunidad cristiana,” la cual se ha vuelto “especialmente difícil” hoy en día y, por consiguiente, es “aún más importante y urgente,” según el papa Benedicto XVI (Discurso a los educadores católicos de EE.UU., 17 de abril de 2008). La parroquia es una familia viva que garantiza la tarea esencial de la educación católica.
Resulta oportuno citar nuevamente a los obispos católicos de EE.UU. quienes en su plan pastoral “Comunidades de sal y luz,” definen a la parroquia como el lugar “donde habita la Iglesia. Las parroquias son comunidades de fe, de acción y de esperanza. Es allí donde el Evangelio se proclama y se celebra, donde se forman los creyentes y se les envía a renovar la Tierra. Las parroquias son el hogar de la comunidad cristiana; constituyen el corazón de nuestra Iglesia. Es en las parroquias donde el pueblo de Dios se encuentra con Jesús en palabra y sacramento y entra en contacto con la fuente de la vida de la Iglesia.”
Esta verdad acerca de la Iglesia imprime un énfasis aún mayor al papel que desempeña el ministerio en universidades y para jóvenes adultos de nuestra Arquidiócesis.
Dentro de la comunidad de fe es la familia parroquial la que asume un papel vital para dar la bienvenida a los jóvenes creyentes y no creyentes, para interactuar con ellos y evangelizarlos.
Por consiguiente, las parroquias deben tener una “política de puertas abiertas” para recibir a los jóvenes adultos de procedencia variada y diversa, y con distintos niveles de formación.
Nuestras parroquias deben estar atentas y ser una presencia bien recibida en las vidas de los jóvenes adultos que cruzan sus puertas, incluyendo para aquellos que se han extraviado del camino de la Iglesia y aquellos que jamás han atravesado el umbral de una iglesia católica en toda su vida. ¡Debemos adoptar una actitud fundamentada en la verdad de que cada alma cuenta!
Más aún, nuestras parroquias locales deben invitar a los jóvenes adultos a participar en ministerios de todas las dimensiones y garantizar la inclusión de jóvenes adultos líderes en los ministerios y en las estructuras dedicadas a la toma de decisiones de la parroquia.
Y lo que es más importante: las parroquias deben evaluar la situación de sus iniciativas de incorporación y evangelización. Esto puede realizarse de manera efectiva formulando preguntas y escuchando; escuchando atentamente las necesidades y deseos de los corazones de los jóvenes adultos.
Yo, al igual que muchos otros, considero que nuestros jóvenes adultos son talentosos, están dedicados al servicio, son hijos e hijas generosos de Dios y tienen mucho que ofrecer a la familia parroquial, a la comunidad local y al mundo. Una parroquia viva y en crecimiento florece con la presencia de jóvenes adultos dispuestos a echar raíces, a aportar sus dones y a convertirse en miembros sanos y comprometidos de la parroquia. Necesitamos darles intencionalmente esa oportunidad.
Al igual que resulta fundamental que las parroquias acojan el don que representan los jóvenes adultos, también es importante que los jóvenes adultos procuren echar raíces y establecerse en una sola familia parroquial para aprender de los dones de aquellos con mayor madurez en la fe. En ocasiones la formación que dispensa una cultura negada al compromiso conlleva a la existencia de jóvenes adultos que saltan de una iglesia a otra y carecen de compromiso.
Debe alentarse a que nuestros jóvenes se integren a la estructura de la parroquia local, con todas sus alegrías, tristezas, retos y éxitos. Allí los jóvenes adultos se desarrollarán a plenitud en una relación con Jesucristo a través de su santa Iglesia Católica.
Encontramos a nuestros jóvenes adultos en institutos de enseñanza superior y universidades; los hallamos en el lugar de trabajo y en diversas profesiones. Las parroquias tienen una misión especialmente importante para los muchos miembros jóvenes de la Iglesia que viven en el mundo de la jornada laboral.
Asimismo, resulta importante tomar en cuenta el papel que desempeñan nuestros institutos de educación superior y universidades en la enseñanza del arte de la vida cristiana. Su papel es vital para la responsabilidad que tenemos en el ministerio con los jóvenes adultos y para ellos.
Tan sólo en la Arquidiócesis de Indianápolis existen aproximadamente 110,000 estudiantes inscritos en institutos de enseñanza superior y universidades. Se cree que casi el 25 por ciento de esos estudiantes han sido bautizados como católicos. Muchos de nuestros jóvenes adultos son universitarios que cursan estudios en 12 campus en todo el centro y sur de Indiana, incluyendo Butler University, DePauw University, Earlham College, Franklin College, Hanover College, Indiana State University, Indiana University, Indiana University-Purdue University Indianapolis (IUPUI), Marian University, Rose-Hulman Institute of Technology, Saint Mary-of-the-Woods College y University of Indianapolis.
También están nuestros hombres y mujeres universitarios que estudian en institutos técnicos y en campus en todo el país y cerca de nuestro hogar en diócesis vecinas tales como Purdue University, Ball State University, Wabash College y University of Notre Dame.
Según Cardinal John Henry Newman, la universidad es una “sede de sabiduría, una luz del mundo ... el alma mater de la generación emergente.” Los centros católicos universitarios sirven como una herramienta en los campus universitarios para transmitir a todos los jóvenes conocimientos y verdad a través de la fe y la razón. †