Buscando la
Cara del Señor
Los dones del Espíritu Santo nos ayudan a conocer a Jesús de una forma personal
La reciente celebración del Domingo de Pentecostés podría servir como un recordatorio oportuno para reflexionar sobre los dones del Espíritu Santo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: “La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo” (#1830).
“Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas” (#1831).
Creo que entre los católicos bautizados no existen muchos que no se sientan de algún modo intimidados por el llamado a la santidad. Quizás olvidemos que Dios, quien nos llama a la santidad en Cristo, también nos dispensa la ayuda necesaria para aceptar ese llamado y para responder con la mayor fidelidad posible.
A eso se refiere el Catecismo cuando dice que los siete dones del Espíritu Santo nos hacen “dóciles para obedecer con prontitud las inspiraciones divinas.”
Huelga decir que esto nos reta a imprimirle intencionalidad a nuestra creencia de que Dios puede ayudarnos a vivir vidas santas, y de hecho, desea hacerlo. Dicha intencionalidad nace y se desarrolla si, en efecto, somos fieles en nuestro deseo de buscar una amistad personal, una relación íntima con Dios.
Nuestro conocimiento de Jesús, tal como lo hallamos en la Palabra de Dios, particularmente en los Evangelios, nos brinda la base para la amistad con Jesús y a través de él, con Dios nuestro Padre.
Los dones del Espíritu Santo reafirman y redoblan nuestros esfuerzos para llegar a conocer a Jesús de forma personal. El Espíritu Santo nos brinda la confianza para convertirnos en amigos de Jesús, aunque estemos muy conscientes de nuestra calidad de indignos y de los defectos propios.
La festividad de Pentecostés afirma que Jesús prometió el Espíritu de la Verdad, cuya misión es iluminar a toda la Iglesia.
En el documento sobre la Palabra de Dios (“Dei Verbum”), los Padres del Concilio Vaticano II expresaron: “Jesús completa la revelación y la confirma con el testimonio divino. [Lo hizo] con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros ... y con el envío del Espíritu de la verdad” (#4).
El Papa Pablo VI, en su documento histórico sobre la evangelización (“Evangelii nuntiandi”), observó: “[El Espíritu Santo] es el alma de la Iglesia. El es quien explica a los fieles el sentido profundo de las enseñanzas de Jesús y su misterio” (#75).
El don de la inteligencia del Espíritu nos permite tener al menos una noción del significado más profundo de nuestra fe, que procede de Cristo. Mediante este don el Espíritu Santo nos lleva a tener cierta comprensión del maravilloso misterio de la fe cristiana.
El autor de In Conversation with God (En conversación con Dios), Padre Francis Fernández, comenta que “El don de la ciencia permite a los hombres entender lo creado como señales que conducen a Dios y el significado de su elevación al orden sobrenatural. A través del mundo de la naturaleza y de la gracia el Espíritu Santo nos permite percibir y contemplar la sabiduría infinita, el poder y la bondad de Dios. … Al igual que los dones de la inteligencia y de la sabiduría, el don de la ciencia es contemplativo y nos permite observar el propio misterio de Dios” (Vol. 2, p. 544).
El mismo autor de In Conversation with God señala que el don de la sabiduría del Espíritu Santo nos dota de una fe amorosa y penetrante, así como de la claridad y la comprensión del misterio insondable de Dios, algo que nunca creeríamos posible. Cita como ejemplos la sensación de la presencia de Dios y Su proximidad, o de la Presencia Real de Cristo en el sagrario que nos brinda una felicidad extraordinaria. (cf. Vol. 2, p. 553)
¿Y qué se puede decir sobre el don del consejo del Espíritu Santo? Podemos estar seguros de que al confrontársenos con la necesidad de tomar decisiones acerca de vivir nuestra fe y nuestra moral cristiana, los dones naturales y sobrenaturales de la prudencia y nuestro sentido común encuentran apoyo en el don del consejo. El Espíritu Santo nos respalda a la hora de tomar decisiones prácticas.
El don de la fortaleza refuerza la confianza que tenemos en que Dios está con nosotros en los desafíos de la vida y de la fe. El Espíritu Santo nos brinda el auxilio necesario para enfrentar con valor las dificultades de la vida.
Creo que el don del temor de Dios reafirma nuestra humildad al reconocer el hecho incuestionable de que necesitamos a Dios en la vida cotidiana. El don de la piedad nos inspira a apreciar con profundo amor el ser hijos e hijas de Dios nuestro Padre, así como hermanos y hermanas de Jesús. †