Buscando la
Cara del Señor
Los católicos tienen la obligación de hablar abiertamente sobre la dignidad de la vida humana
Qué estás haciendo para influenciar la cultura de Estados Unidos?”
El Papa Juan Pablo II planteó esta pregunta al cardenal Francis E. George de Chicago durante una visita a finales de la década de los 90.
Un observador de las charlas y escritos del cardenal en los últimos años diría que se ha tomado en serio el reto del fallecido Santo Padre.
Recientemente, un libro del cardenal George fue publicado bajo el título The Difference God Makes: A Catholic Vision of Faith, Communion and Culture (“La diferencia que marca Dios: una visión católica de la fe, la comunión y la cultura,” Herder & Herder, 2009). Es una colección de ensayos intelectuales y espirituales sobre el papel del catolicismo en nuestra cultura moderna.
Los ensayos del cardenal me vienen a la mente porque estaba pensando sobre el aniversario cercano de la decisión Roe v. Wade de la Corte Suprema y el efecto del movimiento llamado “Free Choice” (Libre elección).
En un capítulo titulado “Sembrando el Evangelio en el suelo americano,” él reflexiona sobre el reto al Libro de la Revelación y la autoridad en nuestra cultura americana.
Nos resulta conocida la afirmación de la Declaración de Independencia que bajo nuestro gobierno tenemos el derecho a la vida, la libertad y la felicidad. La interpretación contemporánea de la Declaración es problemática.
El cardenal escribe: “Cuando Juan Pablo II habló en contra de una concepción occidental de la libertad desligada de la justicia y la verdad, fue este sentido de libertad, peculiarmente moderno y hobbesiano, lo que tenía en mente” (pág. 58). El filósofo Thomas Hobbes (1588-1677) en efecto propuso el individualismo como el valor supremo. En sus enseñanzas Dios se encuentra encasillado.
El cardenal George citó un ejemplo del concepto individualista de la libertad que ha sido tergiversado. Escribió: “Una de las más notables y perturbadoras expresiones de esta libertad hobbesiana es la decisión Planned Parenthood v. Casey de la Corte Suprema en 1992 que tiene que ver con el derecho al aborto. La mayoría de los jueces determinaron que ‘el fundamento de la libertad es el derecho a definir el concepto propio de la existencia, del significado, del universo y del misterio de la vida humana’. Lo que vemos aquí, con una claridad sorprendente, es el eclipse total de la verdad en nombre de la libertad y de ahí la subjetivización de toda afirmación moral, metafísica o religiosa” (pág. 49).
El movimiento “Derecho a la vida” enfrenta el reto de este eclipse cultural secular de la verdad mediante la convicción de que la libertad es el derecho a definir el concepto propio sobre el misterio de la vida humana.
Cuando encerramos a Dios dentro de ciertos límites o lo “privatizamos” viciamos la verdad. El resultado es la violencia inevitable; en este caso, la violencia contra la dignidad humana y el derecho a la vida en todas las etapas.
La aseveración de la Corte Suprema de que cada persona tiene el derecho a definir su concepto de la existencia y de la vida humana en efecto afirma que la moralidad y su definición dependen de cada quien. Y así tenemos un movimiento de “Libre elección.” De allí que tenemos una asociación llamada Planned Parenthood la cual adopta su propio tipo de libertad con relación a la vida.
Nuestros teólogos y filósofos éticos, así como los maestros pastorales serios como el cardenal George, continuarán proponiendo el verdadero concepto de la libertad y la responsabilidad de legitimar el lugar de Dios y proteger el bien común. Uno no puede separar la libertad de la responsabilidad, es decir, la naturaleza de su relación inseparable no es un asunto de elección u opinión individual.
No es inusual leer o escuchar que los católicos están fuera de lugar cuando hablamos de los derechos de los nonatos o de los ancianos. Se nos ha dicho que no impongamos nuestras opiniones al público.
El hecho es que nosotros los católicos tenemos la obligación de hacernos escuchar con la verdad y por los derechos auténticos de la vida humana. Tampoco debemos transigir cuando se trata de la verdad. No servimos a nadie cuando sucumbimos a la tentación de permitir que encasillen o privaticen a Dios. No está bien admitir el concepto secular de que Dios no debe ser llevado al discurso público ni influenciarlo.
De modo que ¿qué estás haciendo para influenciar la cultura de los Estados Unidos? Debemos alzar nuestra voz en defensa de la dignidad del ser humano y de lo que es verdadero de acuerdo con las normas objetivas ante Dios. Debemos dar testimonio de una comprensión honesta de la dignidad de la vida humana y de la opción de honrarla en todas las circunstancias.
Dos pensamientos finales deben influenciarnos al promover la causa por el derecho a la vida. El primero es la cortesía. Debemos apoyar y decir la verdad con amor. La falta de cortesía en el debate público es algo que no está bien y no contribuye a la dignidad humana.
Segundo, nunca debemos subestimar el poder de la oración. Oramos para ver con mayor claridad la verdad y en reconocimiento de que con Dios todo es posible. †