Buscando la
Cara del Señor
La fe católica resulta un apoyo estable e inmutable para nosotros
Un 24 de octubre hace setenta y cinco años mis padres se casaron en la iglesia San José en Jasper, Indiana.
Se casaron en una misa entre semana a las 6 a.m., celebrada por el pastor, el padre benedictino Basil Heusler.
Fue una boda sencilla debido a las condiciones económicas de la época. Y si se quería que el padre Basil celebrara el matrimonio, debía ser en la misa de las 6 a.m. porque esa era la misa del pastor.
Mamá murió poco después del aniversario número 50 de su matrimonio. Fue una boda sencilla y sin embargo, el compromiso matrimonial de mamá y papá era profundo y se hizo evidente a lo largo de los años.
Su vida juntos era sencilla, incluso en los años más prósperos. Sólo pudieron tener dos hijos y eso fue una desilusión.
Una vez que mi hermano y yo nos marchamos de la casa, mi hermano se había ido a la universidad y yo al seminario, mamá volvió a dar clases en la escuela de la Sagrada Familia y papá continuó prestando servicio activamente en el movimiento de los Niños Exploradores y en la Sociedad de San Vicente de Paúl.
Participaban activamente en la parroquia de la Sagrada Familia. Al final, ambos padres terminaron sirviendo a muchos más niños que a los suyos propios.
Mencioné su estilo de vida sencillo. Yo era estudiante del último año de secundaria (del seminario) cuando compraron un televisor.
Recuerdo que cuando ya estaban más entrados en años les encantaba ver prácticamente todos los deportes televisados. Disfrutaban el programa “The Lawrence Welk Show” los sábados en la noche.
El gusto que se daban los domingos era ir a almorzar a un restaurante local, seguido de un paseo dominical en coche.
En octubre me recogían en Saint Meinrad e íbamos al restaurante Overlook en Leavenworth, seguido de una parada en un huerto de manzanas. Llevaban una vida sencilla. Ocasionalmente intercambiaban coches Ford, pero esa era una compra grande.
Sus vidas eran sencillas y sin embargo estaban contentos. Mis padres le daban gran valor al trabajo arduo. Nos proporcionaron una vida sencilla pero buena, a mi hermano y a mí, y esperaban que nosotros también trabajáramos arduamente. Ambos crecimos y valoramos su ejemplo y lo que hicieron por nosotros.
Mamá y papá emanaban una cierta serenidad que siempre admiré. Y lo mismo opinaban otras personas que los conocían bien. A lo largo de todos los años siempre pude contar con su modo de ser tranquilo, incluso en momentos que parecían difíciles o algo oscuros.
Esta calma espiritual también prevaleció en el ocaso de sus vidas, cuando empezaron a manifestarse las enfermedades.
Pienso en la determinación de mamá de seguir con la rehabilitación después del reemplazo de la cadera, a pesar del dolor y de la lenta mejoría. He mencionado anteriormente el espíritu bondadoso de mi padre en su vejez.
La fe en Dios y el amor por la Iglesia tuvieron mucho que ver con el comportamiento de mis dos padres. No trato de insinuar que no tenían sus altos y sus bajos. Ciertamente los tenían, pero su fe serena prevalecía.
Pienso que la sencillez y la serenidad eran una constante de muchas de las parejas de casados de su época, o al menos eso me parecía.
En nuestra comunidad católica alemana no se le daba el justo valor a la fe como estilo de vida. Quizás la fe y la sencillez eran mucho más posibles ya que las oleadas del materialismo y del secularismo no habían inundado nuestra sociedad del modo que lo han hecho en décadas recientes.
Considero que es justo decir que las parejas de casados viven hoy en día en tiempos mucho más difíciles. La sencillez como estilo de vida es mucho más difícil de preservar. Ciertamente nuestra sociedad no la fomenta como un valor.
La fe en Dios está prácticamente privatizada por nuestra cultura; por lo general se elimina a Dios de la vida pública, quizás es aceptable para la devoción del fin de semana, pero nada más.
Las presiones que sufren nuestros niños y jóvenes, incluyendo los jóvenes adultos, son definitivamente mucho mayores que las que experimentamos mi hermano y yo. No es que en nuestra época no existieran las presiones comunes asociadas con el crecimiento y la madurez, pero la sociedad apoyaba más los valores espirituales y morales. La crianza de los hijos hoy en día es mucho más difícil.
Rezo mucho por los padres y especialmente por las jóvenes parejas de casados. Tal vez los valores culturales hayan cambiado, pero recuerden que nuestra fe católica resulta un apoyo estable e inmutable para ustedes.
Los exhorto a que valoren la fuerza y el apoyo que brindan los sacramentos de la Iglesia. Cristo nos entregó esos sacramentos como una ayuda necesaria para la travesía de la vida en cualquier circunstancia.
Tal vez no siempre tengan ganas de participar en los sacramentos porque la sociedad no los toma como algo importante.
Pero créanme, la fidelidad a la Eucaristía y el sacramento de la penitencia harán la diferencia en sus vidas. Ruego por que tengan la oportunidad de probarlos. Funciona. †