Buscando la
Cara del Señor
La Cuaresma es una nueva oportunidad para profundizar nuestra conversión a Jesús
Estamos a menos de una semana del Miércoles de Ceniza. La Cuaresma llega extraordinariamente temprano en nuestro calendario de 2008.
Con los años he aprendido a considerar la Cuaresma como un obsequio especial y oportuno. Es una época para organizarnos espiritualmente una vez más.
La veo como una nueva oportunidad para lograr la proverbial conexión entre cabeza y corazón sobre aquello que verdaderamente importa en la vida cotidiana.
Ciertamente no deseo dar la impresión de que esta es una oportunidad egocéntrica más para ponernos al día con nuestras cosas, porque ya tenemos suficiente de eso en nuestro mundo.
En lugar de ello, realizar la conexión entre cabeza y corazón sobre aquello que es importante en la vida, representa lo contrario; nos ayuda a ver con mayor claridad algo que ya sabíamos pero que podemos olvidar fácilmente: a saber, que no somos el centro del mundo. Dios lo es.
Esta perspectiva de la vida es liberadora porque es verdadera. Si bien es muy obvia, no es una perspectiva que acojamos naturalmente. Creo que esto es así para la mayoría de nosotros.
El llamado de la Cuaresma expresa ese obsequio anual de renovada libertad en la vida cotidiana: “Arrepiéntanse y vuelvan al Evangelio.”
El Evangelio es la Buena Nueva sobre el camino que nos conduce a Dios. Jesús nos mostró el camino por medio de sus enseñanzas y su propio estilo de vida.
Antes de comenzar su ministerio de salvación y servicio a los pobres (todos nosotros), se fue al desierto a ayunar y rezar.
Inició su ministerio público con el llamado “Arrepiéntanse y crean en la buena nueva.” La combinación de oración especial, ayuno y servicio [limosna], se ha convertido en el programa tradicional para la observación de la Cuaresma.
El ayuno es una práctica estupenda que se ha perdido casi por completo en nuestra cultura, salvo para reducir la cintura y purificar el organismo.
Un escritor espiritual denomina el ayuno “una concentración en el corazón” y expresa que quizás sea hora de reconsiderar el valor del ayuno como un acto de adoración.
El ayuno es una forma de decir: “Dios, Tú eres el centro de mi vida.” Es una forma de expresar que Dios es nuestro sustento. Si se interpreta de manera apropiada, podríamos decir que el ayuno es una forma de oración.
Además de la abstinencia de carne los viernes, sugiero que practiquemos el ayuno al menos una vez por semana como forma de oración y recordatorio de que Dios es el corazón de la vida y debemos acudir a Él en nuestra hora de necesidad.
Más aun, sugiero que cada uno de esos días de ayuno se ofrezcan por una persona que necesite nuestro amor y apoyo en la oración.
En su carta encíclica más reciente sobre la esperanza, el Papa Benedicto XVI resaltó que es conveniente renovar la práctica devota de “ofrecer” oraciones y sacrificios por los demás.
Algunas personas señalan rápidamente que el ayuno es algo negativo y anticuado. Lo mejor es hacer una obra positiva o servir al prójimo. La sabiduría de la Iglesia nos llama a hacer ambos.
El ayuno y la limosna, el ayuno y las buenas obras son prácticas tradicionales que acompañan la Cuaresma. Nuestra sociedad moderna es quien desea desvalorizar el ayuno. De hecho, el ayuno es una práctica positiva.
La limosna puede adquirir muchas formas. Darles a otros en medio de nuestra propia necesidad y no meramente de aquello que nos sobra, es la verdadera intención de esta práctica.
Encuentro que realizar buenas obras de amor adicionales, especialmente por aquellos que no son particularmente de nuestro agrado, representa la verdadera prueba de las buenas obras. Día tras día existen numerosas e inesperadas oportunidades para demostrar nuestro amor por los demás.
Una de las buenas obras más importantes que podríamos realizar durante esta temporada de gracia especial es examinar y evaluar nuestra práctica de la oración.
¿Asistimos fielmente y participamos en la Misa dominical? ¿Acaso no podríamos asistir con más frecuencia a la Misa durante esta época de la Cuaresma? ¿Rezamos en casa? ¿Nos apoyamos unos a otros, especialmente a nuestros jóvenes, en la fe y en la oración? ¿Cuándo fue la última vez que recorrimos el vía crucis? Es una devoción edificante de la Cuaresma.
¿Está usted familiarizado con el programa de doce pasos de recuperación de Alcohólicos Anónimos? El cuarto paso requiere un inventario moral honesto y valiente de nuestras propias vidas. El quinto paso, de hecho, exige una confesión inmediatamente después de dicho inventario.
La Cuaresma es una temporada durante la cual podemos aceptar la gracia y la ayuda especiales que necesitamos para evaluar con honestidad y valentía nuestro estilo de vida, desde una perspectiva moral.
La confesión nos libera. En esta época de gracia especial, profundicemos nuestra conversión a Jesús y preparémonos verdaderamente para lograr la renovación pascual de nuestras vocaciones y promesas bautismales.
¡Puede ser la oportunidad de la vida! †