Buscando la
Cara del Señor
Las limosnas en la misa representan un obsequio ofrecido voluntariamente por amor a Dios
Con frecuencia describimos a la Eucaristía como la oración cristiana más perfecta y eficaz.
Es una oración ofrecida a Dios no solamente por el sacerdote que actúa en la persona de Cristo y en nombre de la comunidad cristiana, sino por el sacerdote y la comunidad obrando en conjunto.
El hecho de que el sacerdote ordenado realiza ciertas funciones que sólo él está capacitado para realizar durante la Eucaristía, no significa que las diversas maneras por medio de las cuales la asamblea puede participar no sean importantes o “no cuenten.”
A comienzos de la evolución de la celebración ritual de la misa, no pasó mucho tiempo antes de que los cristianos buscaran alguna forma de demostrar la conexión existente entre la ofrenda de Cristo y nuestra creación material.
Desde los comienzos, los miembros de la comunidad cristiana llevaban alimentos o monedas que ofrecían durante la celebración eucarística, junto con el pan y el vino. Estas ofrendas durante la misa, los bienes y el dinero que siempre se habían entregado a la Iglesia, gradualmente pasaron a formar parte del acto litúrgico y se unieron a las ofrendas de la Eucaristía.
Las donaciones de la comunidad a la Iglesia y a los pobres, se consideraban obsequios entregados a Dios. Las ofrendas cumplían varios propósitos: la provisión de pan y vino para el sacrificio; los implementos, tales como las velas necesarias para el culto; el sustento del clero; y el respaldo a la misión con los pobres. Estas ofrendas constituían una forma tangible por medio de la cual los cristianos participaban en la ofrenda de la Eucaristía y asimismo, esperaban compartir la gracia de Dios para la comunidad, de algún modo especial.
Con el pasar de los siglos, como sabemos, las ofrendas en dinero tomaron paulatinamente el lugar de las donaciones “en especies.” Hoy en día tenemos colectas y la recaudación anual United Catholic Appeal, e incluso campañas monetarias.
Asimismo, hemos heredado la tradición de ofrecer una limosna cuando deseamos solicitar la celebración de una misa por una intención en particular o por la muerte de un ser querido. Esa tradición de entregar limosna u ofrendas continúa, y de vez en cuando es importante que recordemos el significado de esta práctica.
Evidentemente cuando ofrecemos limosna no estamos “comprando” la misa. Ni tampoco estamos “comprando” una gracia especial de Dios por medio de las oraciones del sacerdote. Toda Eucaristía se ofrece por toda la comunidad de fe, aunque recemos en especial por una intención dada.
Asimismo, es importante tomar en cuenta no estamos obligados a realizar ofrendas, especialmente si no se tienen los medios para hacerlo, si entregar una ofrenda nos coloca en una situación apurada. La limosna hoy en día, como ha sido siempre, es un obsequio ofrecido a Dios al igual que el sacerdote y la comunidad de fe, ofrecen la Eucaristía.
Por lo tanto, la limosna de la misa no es un precio que se paga para que el celebrante administre y distribuya las gracias de Dios depositadas en él. La solicitud de una intención especial es una petición que tanto el sacerdote como la comunidad unen de manera especial a la ofrenda de Cristo al Padre por parte de la Iglesia. La limosna es una forma material para aumentar esa ofrenda espiritual de Cristo al Padre.
Desde 1965, en las diócesis de Indiana, la ofrenda voluntaria de costumbre en la misa ha sido $5. (Observé que en una columna semanal de la diócesis de Lafayette en la cual el Obispo William Higi escribió sobre esto, calculó que con la tasa de inflación desde 1965, esos $5 serían hoy $31.)
Durante muchos años, la mayoría de las diócesis en todo el país han sugerido que la limosna normalmente debería ser $10. Recientemente los obispos de las diócesis en Indiana aprobaron la cantidad de $10 como la limosna sugerida para la misa.
Les pido que este cambio sugerido para la limosna de la misa se convierta en la norma de la Arquidiócesis de Indianápolis, a partir del 1º de octubre. Todas las limosnas de $5 ofrecidas antes de esa fecha, se ofrecerán según se pidió anteriormente.
Una vez más deseo enfatizar que no es obligatorio ofrecer una limosna para la celebración de la misa. Las limosnas de la misa están destinadas a ser una forma material de ofrecer nuestros obsequios a Dios como un acto de amor. Dios no exige un precio por su amor generoso.
Cuando reflexionamos sobre las virtudes de la responsabilidad cristiana, por lo general la describimos como nuestro deseo de agradecer a Dios por los dones que hemos recibido. De hecho, reconocemos esencialmente que todo lo que tenemos proviene de Dios.
En uno de los prefacios semanales para la celebración de la misa, mientras damos gracias, proclamamos “No necesitas nuestras alabanzas, más nuestro deseo de darte gracias es en sí tu don. Nuestra oración de gracia no incrementa tu grandeza, pero nos hace crecer en tu gracia, por Jesucristo nuestro Señor.” †