Buscando la
Cara del Señor
La Iglesia y la Eucaristía no pueden existir sin la presencia de ambas
(Tercero de la serie)
El Papa Benedicto XVI dedicó una sección de su exhortación apostólica titulada “Sacramentum Caritatis” (“El sacramento de la caridad”) a la relación que existe entre la Eucaristía y la Iglesia.
Su desarrollo teológico, quizás un tanto difícil de entender, subraya la indiscutible importancia de la Eucaristía en la vida de la Iglesia.
Él nos ayuda a entender que sin la Iglesia no hay Eucaristía, y sin la Eucaristía no hay Iglesia. Como individuos entendemos el hecho de que la Eucaristía y nuestra participación en ella no es un asunto de “tómelo o déjelo.”
En el sacrificio de la cruz Cristo dio vida a la Iglesia como su desposada y su cuerpo. Los antiguos cristianos utilizaban las mismas palabras: Corpus Christi, para designar al cuerpo de Cristo nacido de María la Virgen, su cuerpo eucarístico y su cuerpo eclesiástico.
El Papa Benedicto escribe en su exhortación apostólica: “Contemplar ‘al que atravesaron’ (Jn 19,37) nos lleva a considerar la unión causal entre el sacrificio de Cristo, la Eucaristía y la Iglesia.”
En su encíclica sobre la Eucaristía, “Ecclesia de Eucaristía,” el Papa Juan Pablo II, escribió: “[La Iglesia] deriva su vida a partir de la Eucaristía” (433).
El Papa Benedicto resalta: “La Eucaristía es Cristo que se nos entrega, edificándonos continuamente como su cuerpo. Por tanto, en la sugestiva correlación entre la Eucaristía que edifica la Iglesia y la Iglesia que hace a su vez la Eucaristía, la primera afirmación expresa la causa primaria: la Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía precisamente porque el mismo Cristo se ha entregado antes a ella en el sacrificio de la Cruz. La posibilidad que tiene la Iglesia de ‘hacer’ la Eucaristía tiene su raíz en la donación que Cristo le ha hecho de sí mismo.” (n. 14)
“La Eucaristía es, pues, constitutiva del ser y del actuar de la Iglesia (n. 15). ... En la segunda plegaria eucarística, al invocar al Paráclito, se formule de este modo la oración por la unidad de la Iglesia: ‘Que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.’ ... La Eucaristía se muestra así en las raíces de la Iglesia como misterio de comunión. Ya en su encíclica “Ecclesia de Eucharistia,” el siervo de Dios Juan Pablo II se refirió al memorial de Cristo como la ‘suprema manifestación sacramental de la comunión en la Iglesia’ ” (485) (n. 15).
El Papa Benedicto resalta que la unificación de la función eclesiástica en la Eucaristía recalca por qué no es aceptable compartir la Eucaristía con otras comuniones eclesiales que no se encuentren en plena comunión con la Sede de Pedro y no crean del mismo modo que nosotros. Asimismo, menciona: “Al mismo tiempo, el relieve dado al carácter eclesial de la Eucaristía puede convertirse también en elemento privilegiado en el diálogo con las Comunidades nacidas de la Reforma [Protestante]” (n. 15)
Resulta claro que el misterio eucarístico es, en todas sus facetas, profundo y esencial para nuestra fe católica. Me pregunto cómo los católicos de toda la vida pueden alejarse de su fe eucarística, unirse a una comunidad protestante y no extrañarla. Uno no tiene que ser un teólogo capaz de comprender profundidades teológicas para darse cuenta de que sin la Eucaristía nos queda muy poco. Por eso la Iglesia Católica respeta y protege la Eucaristía como su tesoro más preciado.
Lógicamente el Santo Padre considera a continuación la relación de la Eucaristía y los demás sacramentos. Cita el Concilio Vaticano Segundo: “Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo que, por su carne vivificada y vivificante por el Espíritu Santo, da vida a los hombres. Así, los hombres son invitados y llevados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas junto con Cristo” (Sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 5).
El Papa Benedicto escribió: “Esta relación íntima de la Eucaristía con los otros sacramentos y con la existencia cristiana se comprende en su raíz cuando se contempla el misterio de la Iglesia como sacramento. A este propósito, el Concilio Vaticano II afirma que ‘La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (Lumen Gentium, 1). Ella, como dice san Cipriano, en cuanto ‘pueblo convocado por el unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,’ es sacramento de la comunión trinitaria (n. 16).
Como el sacramento universal de salvación, “La Iglesia se recibe y al mismo tiempo se expresa en los siete sacramentos, mediante los cuales la gracia de Dios influye concretamente en los fieles para que toda su vida, redimida por Cristo, se convierta en culto agradable a Dios” (n. 16).