Buscando la
Cara del Señor
Dejemos que María sea nuestro modelo práctico en el Adviento
Recientemente recibí un libro de homilías y reflexiones para el ciclo “C” del año litúrgico que comienza con el primer Domingo de Adviento (Wallace, Waznak, DeBona, Eleva tu corazón, Paulist Press.)
Ojeando el libro me llamó la atención la encantadora historia de Katherine Peterson (Un claro de media noche: Historias para la época de Navidad, Nueva York: Lodestar Books, 1995).
La historia titulada “La sierva del Señor”, captura la realidad y el papel de María en la encarnación. Quiero proponer a María, madre de Dios y madre de la Iglesia, como una persona práctica e importante para nuestra reflexión en esta nueva época del Adviento.
La historia trata sobre una niña llamada Raquel quien estaba resuelta a obtener el papel de María en la obra teatral de la iglesia. Sin embargo, escogieron a otra niña y le dijeron a Raquel que ya que era inteligente podría ser la sustituta en caso de que la otra niña se enfermara. Nadie se enfermó y Raquel estaba en el primer banco cuando la obra del nacimiento comenzó.
Llegó su turno. El niño Jesús empezó a llorar, no solamente a llorar, sino que empezó a gritar. La niña que hacía de María olvidó que era María y se asustó. Miró a José. “¡Haz algo!”—le susurró. José se puso colorado pero no movió ni un dedo.
Raquel saltó de su banco hacia la escena del nacimiento. Buscó por debajo del niño Jesús hasta que encontró el chupete. Se lo puso en la boca al niño. Él lo tomó enseguida y la iglesia permanecía en silencio salvo por el chupeteo ruidoso. Raquel le sonrió.
“¿Quién te crees que eres?”, murmuró la niña que hacía de María tan alto que todos pudieron oírla. Raquel se enderezó e hizo su anuncio. “Yo soy la sierva del Señor.”
Mientras comenzamos la temporada del Adviento, camino a la Navidad, quiero proponer a María, la sierva del Señor como nuestro modelo práctico.
María era una criada sencilla de Nazaret sorprendida completamente por el Ángel Gabriel cuando le hizo el anuncio impactante de que estaba encinta y que sería la Madre de Dios. Ella no era un ángel, no era de ninguna manera divina.
Y sin embargo respondió: “Yo soy la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra.” Y luego, decididamente, la joven sierva se fue a casa de su prima Isabel quien estaba en el sexto mes de su embarazo, para ayudarla.
Quisiera sugerir dos puntos para nuestra reflexión de Adviento sobre María. Primero, que debió de estar alerta en su fe para poder recibir el mensaje del Arcángel Gabriel y responder a él. Debemos apreciar nuestra conciencia en la fe, es decir, nuestra disposición y sentido de la presencia de Dios.
Sólo se puede tener conciencia de la fe si se reza. Y por ello designo a María como una joven fiel en la oración. Era fiel en su comunicación con Dios y estaba abierta a la presencia de Dios.
Por lo tanto fue capaz de recibir y aceptar el increíble llamado de Dios a convertirse en el instrumento humano para llevar a cabo la encarnación del Hijo de Dios. Ella creía que en Dios nada es imposible. Podía creer porque estaba cerca de Dios.
Y observemos que de su oración y su encuentro con el mensajero de Dios, la joven doncella María se dirigió a realizar una obra de caridad. Inmediatamente se fue de su casa para ayudar a su prima mayor Isabel, en el último mes de su propio embarazo.
De la oración y su encuentro con el mensajero de Dios, María pasa a la caridad práctica. No podemos asumir que fue un gesto fácil de su parte. Viajar sola en la Palestina de sus días era primitivo y escabroso. En lugar de preocuparse por el desafío impactante que cambió todo en su vida, el corazón de María estaba con su prima necesitada. Ella, la Sierva del Señor, representó lo mismo para Isabel.
La época litúrgica del Adviento es un llamado a una nueva inspiración en nuestra fe. Se trata de una época ideal cargada con abundante gracia nueva para renovar nuestra práctica de la oración: participación en la Eucaristía, así como en la oración en privado. Es una época de gracia renovada en la que podemos prestar atención a los empujoncitos internos del corazón para realizar obras de caridad adicionales. Es una época para proponerse nuevos motivos de humildad que nos lleven a la caridad práctica.
La práctica de la caridad durante el Adviento no tiene que ser complicada o drástica. El instinto sencillo de la sierva María fue ir a ayudar a su prima. Su testimonio de caridad práctica puede ser una gracia alentadora para nosotros. †